jueves, 5 de diciembre de 2013

Alberto Durero

Durero, Alberto (Núremberg, 1471-1528). Pintor y grabador alemán. Hijo de un orfebre procedente de Hungría que había emigrado a la ciudad imperial de Núremberg en 1455, donde se estableció y casó en 1467. Este origen familiar, así como el ambiente cultural y artístico de Núremberg, explican lo precoz de la vocación artística de Durero. Recordemos que su familia vivía en las inmediaciones de la casa de los Pirckheimer, uno de los cuales, el humanista Willibald, sería uno de los grandes amigos y valedores del artista, y Michael Wolgemut, el pintor con el que Alberto dio los primeros pasos en su arte. Otro de los hechos clave en la formación del artista lo constituyen sus viajes de juventud, el primero de ellos realizado en 1489, cuando parte para la región del Alto Rin, visitando Basilea y Colmar. Como es sabido, serán las estampas del maestro alemán uno de los puntos de partida de la obra dureriana. Durante 1493, Durero vivió en Estrasburgo y al año siguiente regresó a su ciudad natal, donde se casó con Agnes Frey, lo que no es óbice para que a los dos meses de su boda inicie su primer viaje a Venecia (1494-1495). Durante el trayecto de ida, al atravesar los Alpes, el artista realiza algunas de sus famosas acuarelas paisajísticas, verdadero descubrimiento de la naturaleza por parte del renacimiento del norte, y en Venecia entra en contacto con Bellini. Fue al regreso de Venecia cuando Durero abrió taller propio en Núremberg. Se termina así lo que pudiéramos llamar su etapa de aprendizaje. Es en estos años finales del siglo XV cuando realiza algunas de sus primeras grandes series de xilografías, como son la Gran Pasión y El Apocalipsis, que constituirán uno de los pilares de su fama hasta el fin de sus días. Son también los años del inicio de su relación con Federico el Sabio y otros amigos humanistas, que culminan con el célebre Autorretrato de la Alte Pinakothek de Múnich (1500), verdadero icono de una nueva época para todo el renacimiento alemán. En el otoño de 1505, y hasta 1507, Durero realizó su segundo viaje a Italia, visitando Venecia y, posiblemente, Roma. Se trata de una estancia, la de Venecia, muy bien documentada por la existencia de diez cartas que desde allí envió a su amigo Pirckheimer. En esta ocasión Durero fue recibido en la ciudad italiana como artista famoso: allí era considerado «como un señor», como él mismo dice en una célebre misiva a su amigo, quien, por otra parte, había costeado su viaje. De estos momentos son obras tan importantes como La Virgen del Rosario (Palacio Sternberk, Praga), realizada para la iglesia de San Bartolomé, el templo de los alemanes en Venecia, cuya iconografía es una llamada a la concordia entre el papa Julio II y el emperador Maximiliano i, entonces en guerra, y Cristo entre los doctores (Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid), pintada, como el mismo artista dice, en cinco días, probablemente en Roma. La experiencia de este segundo viaje a Italia señala el origen del periodo de madurez de Alberto Durero. A partir de este momento, nos encontramos con un personaje no ya solo consciente de su valía, sino en posesión de una sólida formación teórica y en pleno dominio de sus facultades. La huella del incipiente clasicismo italiano, unido a sus crecientes preocupaciones religiosas, marcan ya el resto de su carrera hasta su muerte. Dos pinturas como Adán yEva (Prado), realizadas en 1507, solo tres años después de la estampa del mismo tema, son un buen indicio de sus preocupaciones por el tema de la belleza del cuerpo humano y por el de la teoría de las proporciones. Una buena muestra de sus intereses religiosos y los de sus comitentes -recordemos que nos encontramos en el agitado ambiente espiritual de la Alemania de los inicios de la Reforma- es la tabla de La Santísima Trinidad, también conocida como Altar Heller, cuya iconografía se relaciona con La ciudad de Dios de san Agustín, así como series de estampas, como la Vida de la Virgen (1511), o la Pasióngrabada (1510), auténticas exploraciones en el carácter divino, pero también humano, de los personajes clave de la Redención. La culminación de la obra grabada de Durero la constituyen sus llamadas «tres estampas maestras». EnEl caballero, la muerte y el diablo (1513) nos proporciona una de las mejores imágenes del caballero cristiano, elmiles christi, un tipo humano y cultural clave para el llamado humanismo cristiano, cuyo mejor representante fue Erasmo; en San Jerónimo (1514) tenemos la mejor representación del intelectual cristiano de este momento; por fin, en Melancolía I, una de las más célebres imágenes de la historia, Durero aporta su idea del artista como personaje melancólico absorto en profundas e intelectuales cavilaciones. Desde 1515, Alberto entra en profunda colaboración con el emperador Maximiliano I. Por medio de programas artísticos como el Carro triunfal, el Arco de triunfo o la ilustración de libros como el Weiskunig o elTheuerdank, Durero crea una de las iconografías del poder más potentes de toda la historia, que culminan en elRetrato de Maximiliano I (Kunst­historisches Museum, Viena). Entre 1520 y 1521, Durero realizó un viaje a los Países Bajos del que nos ha dejado un detallado diario. En este periplo, del que también conservamos numerosos dibujos, visitó a artistas como Quintin Massys, Joachim Patinir, Bernard van Orley o Conrad Meyt y conoció a humanistas de la talla de Erasmo y a políticos como Margarita de Austria y Carlos V. Los últimos años del artista se centran en sus preocupaciones de tipo religioso, patentes en su interés por las ideas de Lutero, su relación con Erasmo de ­Róterdam, del que estampa un célebre retrato ya en 1526 y, sobre todo, en unas pinturas comoLos cuatro apóstoles, de la misma fecha, verdadero testamento espiritual del artista. Pero también son los años en los que mayores son sus especulaciones puramente teóricas acerca del arte, cuando a través de obras como sus Cuatro libros acerca de la proporción humana (1528),Instrucciones sobre la manera de medir con el compás y la es­cuadra en las líneas, los planos y los cuerpos sólidos(1525) o La teoría de la fortificación de las ciudades, los castillos y los burgos (1528), completó una importante obra escrita. En resumen, ante la vida y la obra de Alberto Durero nos encontramos, por supuesto, con el más importante artista europeo de su tiempo fuera de Italia, y con el único parangonable, por sus preocupaciones y actividades, con Leo­nardo da Vinci. Como este último, Durero pensaba que «la experiencia cuenta mucho», pero que a un acercamiento empírico a la realidad hay que unir otro esencialmente intelectual: «ésta es la razón -decía- por la cual un artista experto no necesita copiar cada imagen de un modelo vivo, pues le es suficiente producir lo que a lo largo de mucho tiempo ha atesorado en sí mismo».

Obras














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